El rey Carlos ha sido expulsado del palacio de Buckingham tras ser declarado culpable en una investigación que ha sacudido los cimientos de la monarquía británica. La revelación de un vínculo impactante entre el monarca y la trágica muerte de la princesa Diana ha desatado un torbellino de escándalo y protestas. La investigación, que comenzó en abril de 2025 en Ginebra, ha destapado documentos del MI6 que alteran la narrativa oficial sobre el fatídico accidente en París.
Una carta manuscrita de Diana fechada en 1996, en la que advertía sobre un posible accidente planeado por su esposo, ha sido el detonante de esta crisis. Las autoridades francesas, que habían mantenido silencio durante años, han comenzado a colaborar, revelando demoras en la respuesta de emergencia que sugieren una conspiración. Un exchofer ha declarado que recibió órdenes extrañas para modificar el coche de Diana semanas antes del viaje, lo que ha encendido aún más las llamas de la sospecha.
Mientras tanto, el papel de Camila Parker, esposa de Carlos, ha emergido como un eslabón clave en esta trama oscura. Testimonios de antiguos ayudantes reales apuntan a que Camila presionó a Carlos para “resolver el problema Diana”, amenazando con que no habría boda real si Diana seguía viva. La presión pública ha sido abrumadora, exigiendo respuestas y justicia.
En un giro dramático, el Consejo Privado ha votado la suspensión de Carlos, y el príncipe William ha sido nombrado príncipe regente, un título que le otorga el poder de la corona. En medio de protestas masivas clamando “Justicia para Diana”, el rey Carlos fue escoltado fuera del palacio en un amanecer sombrío, marcando el fin de su reinado. La monarquía británica se enfrenta a su mayor crisis, y la sombra de Diana, aunque ausente, sigue siendo una fuerza poderosa que redefine el futuro de la realeza. La pregunta que persiste es: ¿será suficiente esta transformación para sanar las heridas del pasado?