**Harfuch catea las propiedades de Julio César Chávez Jr y revela narcopruebas que hunden a su padre**
En un giro inesperado que podría sacudir los cimientos del deporte mexicano, el exboxeador Julio César Chávez Jr. se encuentra en el ojo del huracán tras un cateo realizado por la Fiscalía de México en sus propiedades. La operación, liderada por el destacado policía Omar García Harfuch, no solo destapó un caos de extravagancia, sino que reveló un entramado financiero que vincula al hijo con su legendario padre, Julio César Chávez, en un posible escándalo de narcotráfico.
El cateo, que tuvo lugar en Guadalajara y Zapopan, inicialmente buscaba evidencias de irregularidades financieras, pero lo que los agentes encontraron fue alarmante: contratos sospechosos, transferencias millonarias a cuentas en paraísos fiscales y documentos encriptados que apuntan a actividades ilegales. Lo más impactante fue descubrir una habitación oculta con tecnología biométrica, que contenía maletines y documentos que podrían implicar a Chávez padre en un esquema de lavado de dinero.
A medida que los fiscales cruzaban nombres y firmas, la conexión entre padre e hijo se tornó innegable. Documentos vinculaban a Chávez padre con una fundación en Sinaloa, que aparentemente operaba como fachada para transferencias millonarias. Mientras la familia guardaba silencio, los rumores comenzaron a circular, intensificando la presión sobre ambos.
Este escándalo no solo amenaza con destruir la imagen del campeón, sino que también plantea preguntas inquietantes sobre la complicidad de figuras públicas en un sistema que ha operado en la sombra. La investigación, que se pensaba enfocada en un hijo problemático, ahora se perfila como un posible colapso de una leyenda nacional.
Harfuch, al ejecutar este cateo, no solo desafió a un ícono del boxeo, sino que también abrió la puerta a una red de complicidades que podría tener repercusiones más allá de lo imaginado. El silencio de la familia y el creciente eco de las evidencias sugieren que la historia está lejos de terminar. La pregunta que queda en el aire es: ¿está México listo para enfrentar la verdad detrás del mito?