A los 50 años, Itatí Cantoral ha decidido romper el silencio y nombrar a cinco personas a las que jamás podrá perdonar, revelando una faceta de su vida que había permanecido oculta tras la brillantez de su carrera. La actriz, conocida por su icónico papel como Soraya Montenegro en “María la del Barrio”, no solo ha sido una figura central en la televisión latinoamericana, sino también una mujer que ha enfrentado traiciones y dolor en su vida personal.
Durante una reciente entrevista, Itatí, con una serenidad que contrasta con la intensidad de sus personajes, reveló que ha guardado los nombres de estas cinco personas en una hoja durante años. En un momento que sorprendió a todos, la actriz explicó cómo cada uno de ellos le robó una parte de su voz y su paz. La lista incluye a su exmarido, Eduardo Santa Marina, quien la traicionó en un escándalo mediático que la dejó expuesta y herida. A través de sus palabras, se siente el eco de un dolor profundo, de una mujer que ha sido juzgada y silenciada.
El segundo nombre en su lista es el de Susana González, quien, aunque no fue mencionada con agresión, representa la carga cultural que muchas mujeres deben soportar en un entorno que las culpa por las decisiones ajenas. El tercer nombre, Carlos Espejel, simboliza la lucha de las mujeres en un medio dominado por hombres, donde su influencia es a menudo cuestionada. Itatí se niega a ser vista como una villana, y su respuesta a las acusaciones de Espejel fue clara: no tolerará que se minimice su poder.
El cuarto nombre es un recuerdo doloroso de un episodio en el que su instinto maternal la llevó a enfrentar a un profesor de canto que amenazaba la seguridad de su hija. La decisión de proteger a su familia la transformó, llevándola a convertirse en defensora de espacios seguros para mujeres y niñas en el arte. Finalmente, el quinto nombre representa a la sociedad que juzga a las mujeres por sus decisiones y errores, dejando en claro que su lucha es también por todas las que han sido silenciadas.
Itatí Cantoral no busca compasión, sino reconocimiento y dignidad. Su historia es un testimonio de resistencia y valentía en un mundo donde el dolor a menudo se convierte en espectáculo. Al nombrar a quienes le han hecho daño, no solo libera su propio peso, sino que también invita a la reflexión sobre el perdón y la justicia emocional. Su voz, fuerte y firme, resuena como un grito de todas las mujeres que han tenido que cargar con el silencio. En su lucha por ser escuchada, Itatí se convierte en un símbolo de empoderamiento, mostrando que no todas las heridas buscan sanación, algunas simplemente necesitan ser reconocidas.