Armando Benedetti, el ministro del Interior de Colombia, ha desatado una tormenta política al defender al presidente Gustavo Petro tras la revocación de su visa diplomática por parte del Departamento de Estado de EE.UU. Este movimiento, calificado como un acto sin precedentes, ha generado un fuerte eco en el ámbito político colombiano e internacional. Benedetti no solo criticó la decisión de Washington, sino que lanzó un ataque directo hacia el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, sugiriendo que él, y no Petro, debería ser el blanco de la indignación internacional.
La revocación de la visa se produce después de que Petro hiciera declaraciones incendiarias en Nueva York, instando a las fuerzas armadas estadounidenses a desobedecer órdenes de su gobierno. Este acto ha sido interpretado por EE.UU. como una interferencia inaceptable en sus asuntos internos, elevando la tensión entre ambos países a niveles alarmantes. Benedetti, en un giro audaz, utilizó las redes sociales para convertir lo que podría haber sido una simple respuesta diplomática en un enfrentamiento ideológico, posicionando a Petro como un valiente defensor de la justicia.
La situación recuerda a la crisis de los años 90, cuando se revocó la visa al entonces presidente Ernesto Samper, pero esta vez, el choque es de naturaleza ideológica, no de corrupción. Las palabras de Petro han resonado en todo el mundo, desafiando la narrativa convencional y cuestionando el poder hegemónico de EE.UU. La comunidad internacional observa con atención, consciente de que este conflicto no es un caso aislado, sino un reflejo de un nuevo orden multipolar donde las voces disidentes buscan desafiar el statu quo.
La pelota está ahora en la cancha de Petro, y el mundo aguarda su respuesta, un movimiento que podría redefinir no solo su presidencia, sino también el futuro de las relaciones entre Colombia y Estados Unidos. La historia se está escribiendo en tiempo real, y cada palabra cuenta en este dramático episodio de la política internacional.
