En un universo alterno del movimiento urbano, la ciudad de Villa Sonora quedó envuelta en un silencio profundo tras la muerte de Doña Palin, una figura venerada y considerada la matriarca espiritual del género. El artista L.C., nieto de la fallecida, llegó al velorio visiblemente abatido, acompañado por amigos cercanos y miembros de la comunidad musical. Su dolor era evidente, y cada paso parecía pesarle el doble.
El ambiente dentro del salón memorial era una mezcla de nostalgia, respeto y conmoción. Decenas de artistas ficticios habían acudido para despedir a Doña Palin, cuya influencia —según esta historia inventada— había marcado a generaciones. Aunque la música urbana está acostumbrada a los escenarios ruidosos, aquel lugar estaba dominado por un silencio casi sagrado.
Entonces ocurrió lo impensado.

La puerta del salón se abrió lentamente y apareció El Jefe Alfa, un rival histórico de L.C. dentro de esta narrativa dramatizada. Su presencia fue como un rayo cruzando el cielo. Los asistentes se quedaron inmóviles, sorprendidos por el inesperado gesto de solidaridad.
El Jefe Alfa avanzó con calma entre la multitud, ignorando los susurros sorprendidos. Cuando finalmente llegó frente a L.C., ambos se miraron fijamente. Durante unos segundos que parecieron eternos, el silencio reinó absoluto. L.C., completamente desbordado por la emoción, rompió en lágrimas al ver acercarse a alguien con quien había compartido años de tensión en esta ficción.
El abrazo que siguió fue tan inesperado como poderoso.
Los presentes lo describieron como “el momento que nadie pensó ver jamás dentro del movimiento urbano alterno”. Las cámaras de teléfonos temblaban mientras los asistentes captaban el instante que, sin duda, se volvería viral.

El homenaje a Doña Palin continuó entre lágrimas, historias, canciones improvisadas y palabras que celebraban su legado ficticio. Muchos artistas imaginarios resaltaron que su sabiduría, fuerza y carácter habían impactado a toda la comunidad. No era solo la abuela de un artista: era un símbolo.
La inesperada reconciliación entre L.C. y El Jefe Alfa, en este universo narrativo, encendió debates en redes sociales. ¿Sería este el comienzo de una nueva etapa en el género urbano? ¿Una tregua? ¿Una alianza? ¿O simplemente un gesto de humanidad en medio de la tragedia?
Por ahora, la única certeza era que aquella noche, en Villa Sonora, la música se detuvo para honrar a una mujer ficticia cuyo legado había unido, aunque fuera por un instante, a dos titanes que antes parecían irreconciliables.