Los pavos salvajes se han impreso en un hombre después de que rescatara sus huevos de un nido. Los pavos muestran un comportamiento persistente, a menudo siguiendo al hombre e interrumpiendo sus actividades diarias.
El hombre describe con humor a los pavos como “pequeños niños malcriados y monstruosos” debido a sus travesuras. Para manejar la situación, ha recurrido a usar una falda con miriñaque para disuadir a los pavos de picotearlo.
A pesar de su comportamiento problemático, el hombre reconoce los momentos dulces con los pavos, lo que resalta un vínculo especial. Los pavos han demostrado inteligencia al aprender a moverse debajo de la falda con miriñaque.
El hombre y los pavos comparten una conexión profunda, lo que indica una dependencia mutua en su relación.