Laura Sarabia ha decidido romper el silencio en medio de la crisis de seguridad que sacude al gobierno de Gustavo Petro, revelando un oscuro secreto que podría redefinir el futuro político de Colombia. La ministra de Relaciones Exteriores ha hecho una autocrítica contundente, aceptando errores de su administración en la gestión de la seguridad, especialmente tras el atentado contra el senador Miguel Uribe, quien se encuentra en estado crítico tras recibir tres disparos. Mientras Sarabia asumió la responsabilidad del deterioro en la seguridad, Petro optó por desviar la culpa hacia fallas históricas del Estado, evitando cualquier autocrítica.
Este distanciamiento entre ambos funcionarios ha suscitado un intenso debate sobre la coherencia interna del gobierno y su capacidad para enfrentar la creciente ola de violencia política. Sarabia, en un mensaje claro, instó a la unidad nacional y a la acción urgente, reconociendo que no se ha garantizado la paz que los colombianos merecen. En contraste, Petro, al abordar el atentado, se limitó a señalar negligencias en los protocolos de seguridad y a insinuar que la oposición podría estar utilizando el ataque con fines políticos.
La divergencia en sus discursos se profundiza al analizar sus enfoques sobre la crisis. Mientras Sarabia abogó por revisar las estrategias de protección y moderar el lenguaje político, Petro vinculó el crimen con factores sociológicos como la pobreza, sin ofrecer medidas concretas para mejorar la seguridad. Este abismo entre sus posiciones ha alimentado especulaciones sobre tensiones internas en el gabinete.
El tono conciliador y empático de Sarabia, quien se dirigió a la situación como madre y funcionaria, contrasta con la frialdad del presidente. Su llamado a trabajar juntos por un país sin violencia resuena en un momento crítico para la política colombiana, donde la polarización y la inseguridad amenazan la estabilidad. La pregunta que queda en el aire es si esta autocrítica de Sarabia es un paso hacia soluciones reales o simplemente un gesto mediático, mientras el futuro del gobierno de Petro pende de un hilo.