El Ayuntamiento de Ador ha decidido retirar la calle dedicada al rey emérito Juan Carlos I, un acto simbólico que marca una nueva etapa en la percepción pública de su figura. La medida fue aprobada por unanimidad, y Felipe VI, atrapado en su papel constitucional, no puede intervenir en esta decisión que pone de manifiesto la creciente irrelevancia de su padre en la esfera institucional.
Este cambio, aunque se produzca en un municipio pequeño, resuena con fuerza en el contexto político y social actual. La calle, que llevaba el nombre del rey desde hace más de 30 años, ha sido rebautizada en honor a la escritora valenciana María Beneito, una figura olvidada de la literatura. Este gesto refleja un cambio en la sensibilidad social y un debate sobre la representación en el espacio público.
La decisión del Ayuntamiento de Ador no es un caso aislado. En 2020, Tabernes de la Valldigna tomó una medida similar, retirando el nombre del rey emérito. Aunque otras localidades han optado por mantener su nombre, el debate sobre su legado sigue latente. La imagen de Juan Carlos I, que alguna vez fue símbolo de la democracia en España, se ha visto empañada por escándalos financieros y comportamientos considerados impropios de un jefe de Estado.
El silencio de Felipe VI ante esta situación no sorprende. Desde su ascenso al trono, ha intentado distanciarse de las controversias de su padre, lo que le impide actuar en decisiones que afectan la memoria institucional de la familia real. La retirada del nombre del rey del callejero de Ador simboliza un cambio profundo en la percepción de su figura, mientras la memoria histórica sigue reescribiéndose y el legado de Juan Carlos I se desvanece cada vez más.