Guillermo Capetillo, el galán que conquistó corazones en la televisión mexicana, vive hoy una vida marcada por la tristeza y la soledad. A casi 70 años, su historia es un recordatorio de los altos y bajos de la fama. Desde su debut en la Plaza México como un niño prodigio hasta convertirse en un ícono de las telenovelas, su trayectoria estuvo llena de éxitos, pero también de conflictos internos que lo llevaron a una decisión drástica: alejarse de los reflectores.
Capetillo, hijo del famoso torero Manuel Capetillo, siempre sintió la presión de mantener un legado familiar que nunca buscó. A pesar de su éxito en producciones como “Los ricos también lloran” y “Colorina”, su vida personal fue una lucha constante entre dos pasiones: el toreo y la actuación. Esta dualidad lo llevó a un punto crítico cuando, tras un veto en Televisa por aceptar un papel en el extranjero, se encontró en un silencio que duró tres años. Durante ese tiempo, regresó a sus raíces, convirtiéndose en torero profesional, donde encontró una nueva forma de expresión.
Sin embargo, el regreso a la actuación no trajo la felicidad esperada. Aunque volvió a brillar en producciones como “Rosa Salvaje”, algo en su interior había cambiado. La soledad se hizo presente, y a pesar de su éxito, nunca formó una familia, un anhelo que lo persigue hasta hoy. En una reciente entrevista, Capetillo reveló su deseo de ser padre, un sueño que se ha visto frustrado por su esterilidad y la ausencia de una pareja estable.
Hoy, alejado del bullicio de la fama, Capetillo ha encontrado paz en un rancho, lejos de las cámaras, donde busca construir un futuro diferente. Su historia es un testimonio del costo emocional de la fama y la búsqueda de una vida auténtica. En un mundo donde las estrellas brillan intensamente, su decisión de vivir en silencio resuena como un acto de valentía. La pregunta persiste: ¿puede una figura pública encontrar la felicidad lejos del brillo y la atención? La respuesta, quizás, esté en la vida que él mismo ha decidido construir.