La impuntualidad del presidente Gustavo Petro ha alcanzado niveles alarmantes, convirtiéndose en un tema recurrente que desata la frustración en el ámbito político colombiano. Recientemente, en el majestuoso Teatro Jorge Eliécer Gaitán, los gobernadores de las 32 regiones del país se encontraron con un vacío inesperado: la ausencia del presidente en una reunión crucial organizada por la Federación Nacional de Departamentos. Este encuentro, que prometía ser un espacio de diálogo sobre asuntos vitales como la descentralización y las transferencias territoriales, se transformó en un símbolo de desconsideración hacia los líderes regionales.

A pesar de que la administración justificó la falta de Petro alegando compromisos internacionales urgentes, la realidad es que su incapacidad para equilibrar sus responsabilidades internas deja mucho que desear. Los gobernadores, quienes viajaron largas distancias y ajustaron sus agendas, se sintieron desilusionados al ser recibidos por el ministro del Interior, Juan Fernando Cristo, en lugar del presidente. La falta de compromiso de Petro no solo afecta su relación con los gobernadores, sino que también resalta una desconexión preocupante entre el gobierno central y las necesidades locales.

Este patrón de impuntualidad no es un incidente aislado; es un síntoma de una administración que parece desinteresada en las problemáticas que afectan a la ciudadanía. Mientras el presidente se centra en asuntos internacionales, los problemas locales, que son cada vez más apremiantes, quedan relegados. En un país donde la centralización del poder ha sido históricamente un desafío, la necesidad de una relación efectiva entre el gobierno y las regiones es más crucial que nunca.

La situación se torna aún más crítica en un contexto donde Colombia enfrenta desafíos significativos en términos de seguridad y desarrollo económico. La falta de atención a las demandas de los gobernadores envía un mensaje negativo a los ciudadanos que depositan su confianza en el liderazgo del presidente. Este episodio pone de manifiesto no solo la falta de seriedad en el manejo de los compromisos, sino también la creciente desconexión entre el presidente y las realidades que viven los colombianos. En un momento donde se espera responsabilidad y compromiso, la impuntualidad de Petro se convierte en un claro recordatorio de que el reloj sigue avanzando, mientras las promesas de atención y apoyo se desvanecen.