Nicolás Petro Burgos, hijo del presidente Gustavo Petro, se encuentra en una encrucijada judicial que podría cambiar el rumbo de su vida y, por extensión, el del gobierno colombiano. El pasado lunes 9 de diciembre, se reanudó la esperada audiencia en el juzgado segundo especializado de Barranquilla, un evento que ha estado marcado por retrasos, controversias y cambios estratégicos en la defensa.
El juez Hugo Carbó ha dejado claro que no tolerará más aplazamientos, una advertencia que surge tras meses de interrupciones, muchas de ellas provocadas por la rotación en el equipo legal de Nicolás. A medida que se aproxima una posible resolución, el juez ha indicado que, si es necesario, se le asignará un defensor de oficio para evitar más dilaciones.
Nicolás Petro enfrenta graves acusaciones de lavado de activos y enriquecimiento ilícito, que según la Fiscalía, implican la recepción de más de 1.000 millones de pesos de Samuel Santander López Sierra, recursos que supuestamente debían financiar la campaña presidencial de su padre, pero que habrían sido desviados para uso personal. La presión es intensa, no solo por el impacto político del caso, sino también por amenazas de muerte que han recibido Nicolás y su familia, lo que ha llevado a solicitar medidas de seguridad.
El cambio en la defensa, con la incorporación de Alejandro Carranza, un penalista de renombre, se produce en un momento crítico. Carranza deberá diseñar una estrategia sólida para enfrentar las acusaciones, en un contexto donde también se están explorando negociaciones con la Fiscalía para un posible acuerdo judicial que podría incluir la aceptación de cargos.
Este caso no solo es un desafío legal sino también un fenómeno mediático que podría influir en la percepción pública del gobierno y en la confianza en las instituciones. La audiencia del lunes se perfila como un punto de inflexión, donde tanto la defensa como la Fiscalía buscarán consolidar sus argumentos en un ambiente de alta tensión y controversia. La intersección entre justicia y política nunca ha sido tan evidente, y el futuro de Nicolás Petro podría tener repercusiones que van más allá de su propio destino.