En un mundo donde las relaciones entre celebridades suelen estar marcadas por la exposición mediática y la presión constante, la historia de Enrique Iglesias y Anna Kournikova brilla como una excepción. Con más de dos décadas de amor a sus espaldas, tres hijos y un bajo perfil admirable, el cantante español y la extenista rusa han construido uno de los romances más sólidos y duraderos del mundo del espectáculo.
El inicio de su relación parece sacado de un guion de cine. Fue en el año 2001, durante la grabación del videoclip de Escape, cuando Enrique y Anna se conocieron. La química entre ambos fue inmediata y traspasó la pantalla, dando inicio a una relación que pronto se convirtió en mucho más que una colaboración profesional. Desde entonces, su unión ha sido un ejemplo de discreción y complicidad.
A lo largo de los años, la pareja ha sabido mantenerse lejos de los flashes y de la curiosidad mediática. Sin necesidad de declaraciones grandilocuentes ni apariciones constantes en público, su historia ha hablado por sí sola. Juntos han formado una familia hermosa: en 2017 dieron la bienvenida a los mellizos Nicholas y Lucy, y en 2020 sumaron a su tercera hija, Mary.
Enrique e Anna disfrutan de una vida familiar tranquila en Miami, donde priorizan la crianza de sus hijos y el tiempo compartido en casa sobre las alfombras rojas o los titulares de revista. Este estilo de vida discreto ha sido clave para preservar su relación de la sobreexposición que tantas veces destruye romances en el mundo de las celebridades.
Con más de veinte años juntos, Enrique Iglesias y Anna Kournikova no solo han desafiado los pronósticos del amor en la industria del entretenimiento, sino que han demostrado que la verdadera fortaleza de una relación está en la intimidad, el respeto mutuo y la complicidad cotidiana. Su historia, que comenzó con un flechazo frente a las cámaras, se ha transformado en un noviazgo eterno que hoy florece en el calor de su familia.