En un universo alterno donde el béisbol se vive como una superproducción de Hollywood, los estudios centrales de la Liga despertaron con una conmoción jamás vista. Las cámaras se agolpaban, los drones sobrevolaban el edificio y los fanáticos esperaban detrás de vallas reforzadas. De repente, un convoy de camionetas negras irrumpió en la escena con rapidez calculada. El ambiente se volvió eléctrico.
Las puertas se abrieron y, en esta ficción dramática, Alex Rodríguez, impecable y rodeado de escoltas, fue el primero en descender. Su sola presencia detonó gritos, flashes y un caos controlado. Detrás de él, Jennifer López, convertida en una estrella luminosa dentro de este universo, avanzó con porte cinematográfico, protegida por un anillo doble de seguridad. Los fanáticos empujaban, intentaban tomar fotos, llamaban su nombre. La tensión parecía engrandecer cada segundo.

Pero el verdadero estallido ocurrió cuando David Ortiz apareció por la última puerta del convoy. El público deliró. La llegada de estas tres figuras al mismo tiempo era algo impensable incluso para los veteranos de esta versión ficticia de la MLB. Juntos formaban un trío tan poderoso que parecía sacado de un capítulo final de temporada. El equipo de seguridad, preparado para lo peor, reforzó el perímetro en cuestión de segundos.
Dentro de los estudios, la atmósfera era igual de intensa. El personal, acostumbrado a recibir superestrellas, no podía ocultar el nerviosismo. Según esta narrativa inventada, el motivo de la visita era clasificado: reuniones a puertas cerradas, contratos especiales y anuncios reservados para un evento que solo existía en esta dimensión alternativa del béisbol.
Los asistentes comentaban entre susurros que la combinación de Rodríguez, López y Ortiz podía significar una alianza histórica dentro del universo ficticio de la liga. Otros especulaban que todo se trataba de un proyecto secreto que cambiaría la forma en que la MLB producía contenido. Los rumores viajaban más rápido que los flashes.

Mientras tanto, afuera, la multitud aumentaba. La devoción de los fanáticos era tan fuerte que la seguridad tuvo que cerrar uno de los accesos principales para evitar que la presión del público generara empujones peligrosos. Incluso con medidas extremas, los seguidores continuaban coreando los nombres de sus ídolos en un clamor que resonaba como un estadio lleno.
La llegada de estas tres figuras, en esta historia dramatizada, se convirtió en un fenómeno mediático que superó cualquier expectativa. Las redes explotaron con millones de publicaciones, teorías locas y clips virales captados por los fanáticos que lograron grabar el convoy desde ángulos imposibles. Nadie tenía claro qué ocurriría dentro de los estudios… pero todos querían saberlo.