La historia se centra en Sara Price (Natalie Dormer), una mujer que sufre la reciente muerte de su hermana gemela, Jess. Cuando Sara se entera de que Jess puede seguir viva, su búsqueda la lleva al infame bosque Aokigahara, un lugar conocido por su trágica historia. Decidida a encontrar a su hermana, Sara se aventura en el corazón del bosque, incluso después de que los lugareños y los guardabosques le advirtieran sobre su oscura reputación.
Mientras busca a Jess, Sara comienza a experimentar fenómenos cada vez más extraños y aterradores. Ve apariciones extrañas y es perseguida por figuras sombrías, visiones que difuminan la línea entre la realidad y la alucinación. Pronto queda claro que el bosque no es solo un lugar de muerte, sino un lugar que se aprovecha de las vulnerabilidades emocionales de quienes ingresan en él.
En el centro de The Forest hay una historia de trauma personal y la lucha por dejar atrás el pasado. El viaje de Sara al bosque es tanto una exploración psicológica como física. Cuanto más busca a Jess, más se ve obligada Sara a enfrentarse a sus propios miedos, remordimientos y penas no resueltas. El bosque en sí se convierte en una metáfora de la agitación interior de Sara, que se manifiesta como un laberinto de confusión y terror, donde los espíritus de los muertos pueden intentar arrastrarla hacia una oscuridad aún mayor.
Natalie Dormer ofrece una actuación convincente como Sara, capturando a la perfección el peso emocional de una mujer desesperada por respuestas pero atormentada por la pérdida de su hermana. Su interpretación aporta profundidad al personaje, equilibrando el terror de los elementos sobrenaturales con la vulnerabilidad emocional de una mujer dividida entre la esperanza y la desesperación.
La capacidad de Dormer para transmitir el miedo creciente de Sara a medida que se adentra más en el bosque hace que el público sienta la tensión a nivel personal. El viaje emocional de su personaje es tan convincente como el horror físico que encuentra, lo que añade complejidad a la trama.
La atmósfera de la película es uno de los aspectos más escalofriantes de El bosque. El director Jason Zada utiliza hábilmente el denso y claustrofóbico entorno del bosque de Aokigahara para crear una abrumadora sensación de terror. El frondoso pero oscuro bosque es hermoso y aterrador a la vez, con árboles retorcidos y senderos llenos de niebla que lo hacen parecer una entidad viviente, capaz de tragarse a cualquiera que entre.
El diseño de sonido también juega un papel crucial en la creación de tensión, con susurros inquietantes, hojas susurrantes y ruidos repentinos que mantienen a los espectadores en vilo. El silencio es tan aterrador como los propios sonidos, y el bosque parece contener la respiración a medida que Sara se adentra más en sus profundidades.
Los elementos sobrenaturales de la película, aunque inquietantes, también están entrelazados con el horror psicológico. Los fantasmas y las visiones que encuentra Sara pueden ser invenciones de su mente afligida, o podrían ser manifestaciones de la energía oscura que acecha el bosque. La ambigüedad aumenta la tensión, ya que los espectadores se preguntan si el peligro es sobrenatural o simplemente un producto de la psique fracturada de Sara.
Aunque The Forest es principalmente una película de terror, también se adentra en temas de salud mental y los efectos del trauma. Mientras Sara contempla la pérdida de su hermana, la película toca la complejidad del duelo y las formas en que puede manifestarse, ya sea a través de la negación, la culpa o la necesidad de cerrar un capítulo. El bosque, como lugar al que la gente va para acabar con su vida, es un símbolo adecuado de las luchas que muchos enfrentan cuando se sienten abrumados por sus propios demonios internos.
El final, si bien deja algunas preguntas sin respuesta, es emocionalmente conmovedor y deja un impacto duradero. La película no se basa únicamente en sobresaltos baratos, sino que crea una tensión de combustión lenta que aprovecha los miedos universales: el miedo a estar perdido, el miedo a lo desconocido y el miedo a enfrentar las partes más oscuras de nosotros mismos.