Andrea Bocelli, el aclamado tenor italiano, ha cautivado al mundo con su impresionante voz y su emotiva interpretación durante más de tres décadas. Sin embargo, a los 66 años, ha decidido abrirse sobre un aspecto de su vida que siempre había permanecido en la sombra. En su reciente documental, “Because I Believe”, Bocelli revela haber padecido durante años de pánico escénico, un miedo que lo perseguía incluso en el escenario.
Desde su nacimiento en 1958, Bocelli enfrentó desafíos significativos, incluyendo una discapacidad visual que comenzó con un glaucoma congénito y culminó en la pérdida total de la vista tras un accidente a los 12 años. Su madre, Oriana, ignoró las advertencias médicas sobre interrumpir su embarazo, lo que marcó el inicio de una vida dedicada a la música. Desde pequeño, su pasión por el canto se intensificó, y bajo la tutela del legendario tenor Franco Corelli, perfeccionó su técnica.
A pesar de su éxito internacional y de haber actuado para papas y reyes, la falta de reconocimiento por parte de algunos críticos de música clásica ha dejado en Bocelli un sentimiento de amargura. Aunque ha roto barreras entre la ópera y el público general, su anhelo de validación artística sigue presente. La música, para él, no se trata solo de técnica, sino de conexión emocional y de llegar al corazón de las personas.
Su vida personal también ha estado marcada por la tragedia y el amor. Tras perder a su padre un día antes de una actuación para el Papa Juan Pablo II, encontró consuelo en su música. Hoy en día, Bocelli sigue compartiendo su talento con su familia y continúa evolucionando artísticamente, enfrentando tanto elogios como críticas. A lo largo de su carrera, ha demostrado que el verdadero arte trasciende las barreras y que, a pesar de los desafíos, la pasión por la música siempre prevalece.