Kim Jong Un ha tomado medidas drásticas tras un grave accidente durante la botadura de un destructor naval en Corea del Norte. En un giro inesperado, tres funcionarios han sido arrestados, incluyendo al ingeniero jefe del astillero, tras un incidente que ha sido calificado por el líder norcoreano como un “acto criminal” debido a la “negligencia e ineficacia” en el manejo del evento.
El accidente ocurrió la semana pasada en el astillero John Hin, donde un fallo técnico provocó que la proa del imponente buque de 5,000 toneladas se liberara, causando daños significativos en su estructura. Las imágenes del momento muestran el destructor hundiéndose parcialmente, mientras el agua marina se filtraba por el canal de rescate. La ceremonia, presidida por Kim Jong Un, se tornó en un fiasco monumental, una situación que el régimen suele evitar a toda costa, dado que cualquier error puede interpretarse como un signo de debilidad en sus capacidades militares.
La respuesta de Pyongyang ha sido contundente: el régimen ha prometido depurar responsabilidades y ha minimizado la gravedad de los daños, afirmando que no son severos. Sin embargo, el hecho de que se reconozcan públicamente fallos técnicos es inusual en un país donde la imagen de invulnerabilidad es fundamental.
Los detenidos, que incluyen al jefe del taller de construcción de cascos y al subdirector de asuntos administrativos, se enfrentan a duras repercusiones. Esta situación plantea interrogantes sobre la estabilidad del liderazgo norcoreano y el futuro de su industria armamentista. Con la atención internacional centrada en el régimen, la presión sobre Kim Jong Un para mantener la fachada de poder se intensifica. La historia está lejos de terminar, y el mundo observa con cautela los próximos movimientos de una de las dictaduras más enigmáticas del planeta.