La gran amenaza de Estados Unidos no es Rusia, sino China. Esta afirmación, que resuena con fuerza en el contexto geopolítico actual, se convierte en el eje central del análisis de la historiadora Margarita Torres. En un momento en que la OTAN se prepara para aumentar su gasto militar al 5% del PIB de sus estados miembros, el liderazgo de Estados Unidos se reafirma en medio de una creciente tensión entre Israel e Irán. Torres destaca que este movimiento busca consolidar la influencia estadounidense frente a un bloque rival, donde China se posiciona como el verdadero adversario a largo plazo.
La estrategia china, según Torres, es astuta y paciente, jugando a largo plazo mientras observa cómo Estados Unidos se enfrenta a una sobrecarga en su política exterior. A diferencia de la rapidez con la que se mueven las potencias occidentales, China se beneficia de su enfoque metódico, lo que la convierte en una amenaza más significativa para Estados Unidos que la propia Rusia. Esto se refleja en su papel discreto pero calculado en el conflicto entre Irán e Israel, donde su influencia se siente, aunque no se manifieste de manera tan evidente como en la guerra de Ucrania.
La historiadora también subraya la debilidad de Europa en este panorama, donde la falta de un liderazgo claro la ha dejado a la deriva, incapaz de actuar de manera contundente en medio de crisis globales. Europa, que debería ser un actor clave, parece más fragmentada que nunca, lo que pone en riesgo su relevancia en el siglo XXI.
En resumen, el análisis de Torres ofrece una visión crítica y urgente de la situación actual, donde la amenaza no proviene de las viejas potencias, sino de un nuevo orden mundial liderado por China. A medida que el conflicto en Oriente Medio se intensifica, el mundo observa cómo se reconfiguran las alianzas y los liderazgos, con la mirada puesta en un futuro incierto.