El Vaticano se encuentra en un momento de crisis y transformación tras la muerte de Jorge Mario Bergoglio, conocido como el Papa Francisco, a los 88 años debido a un ictus. La noticia, que ha dejado al mundo en estado de shock, marca el fin de un pontificado de 12 años y da paso a una sede vacante que debe resolverse en menos de 20 días. El 7 de mayo de 2025, 135 cardenales menores de 80 años se reunirán en la capilla Sixtina para elegir al nuevo Papa, un proceso que podría cambiar el rumbo de la Iglesia Católica.
Este cónclave presenta una dinámica sin precedentes: el 80% de los electores fueron creados cardenales por el mismo Francisco, lo que sugiere una continuidad en su legado. Sin embargo, las divisiones internas son palpables. Las corrientes progresistas, centristas y conservadoras luchan por el control, cada una con su propia agenda y prioridades. El bloque progresista, que busca un “Francisco 2.0”, cuenta con 35 a 40 votos, mientras que el centro pragmático, con 45 a 50, teme las tensiones internas y busca un líder diplomático. Por otro lado, la derecha conservadora, con alrededor de 40 votos, aboga por una mayor claridad doctrinal.
El cónclave se convertirá en un campo de batalla ideológico, donde figuras como Luis Antonio Tagle y Pietro Parolín emergen como candidatos destacados, cada uno representando diferentes visiones de la Iglesia. La pregunta que todos se hacen es: ¿puede un solo Papa unir un catolicismo en crisis, dividido entre el progreso y la tradición, y enfrentar los desafíos globales actuales?
Con el mundo observando y la historia en juego, el próximo Papa deberá navegar en aguas turbulentas. El humo blanco que salga de la capilla Sixtina el 7 de mayo podría marcar el inicio de una nueva era o el perpetuo estancamiento de una Iglesia en busca de su identidad.