**¿Por Qué la Elección de un Presidente INDÍGENA en la CORTE Está Sacudiendo a México?**
La noche del 3 de junio de 2025, México vivió un momento histórico que resonará por generaciones: por primera vez, un indígena, el abogado mixteco Hugo Aguilar Ortiz, se alzó como el presidente rotativo de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Con más de 3.6 millones de votos, Aguilar no solo rompió un siglo de hegemonía criolla, sino que también simboliza un cambio radical en la estructura del poder judicial mexicano. Este acontecimiento, que se produce en el marco de la reforma judicial de 2024, marca un hito en la representación indígena en el país, donde más de 25 millones de personas pertenecen a pueblos originarios.
A pesar de que la participación ciudadana fue baja, con un 11 a 13% de votantes, la elección de Aguilar es un grito de cambio que trasciende la aritmética electoral. El proceso ha sido calificado de confuso por la prensa opositora, pero el resultado es innegable: la ciudadanía ha tomado las riendas de un tribunal que históricamente ha estado al servicio de intereses corporativos. Aguilar, con una trayectoria de tres décadas en el litigio comunitario y la defensa de derechos indígenas, promete transformar la justicia en un sistema pluricultural que reconozca las normas comunitarias.
La llegada de un presidente indígena a la Corte no solo es un gesto simbólico; es un desafío directo a la narrativa colonial que ha marginado a los pueblos originarios. Con un programa de siete líneas de acción, Aguilar busca implementar una justicia humanista y ambiental, donde el interés colectivo prevalezca sobre el lucro individual. La nueva corte, alineada con la cuarta transformación del país, representa una oportunidad para cerrar la brecha entre la legalidad y la realidad social.
Sin embargo, el camino no será fácil. La legitimidad popular sigue siendo un reto, y el alto número de votos nulos exige una pedagogía masiva para acercar la justicia a la gente. La esperanza está en que Aguilar, al igual que Benito Juárez hace 170 años, pueda marcar un antes y un después en la historia de México. La justicia, por fin, podría hablar todos los idiomas de la República.