Claudia Sheinbaum ha hecho historia al convertirse en la primera mujer presidenta de México, arrasando con el 59% de los votos en una elección que ha desatado intensos debates sobre las motivaciones del electorado. Sin embargo, la victoria ha sido empañada por prejuicios de ciertos sectores, que afirman que solo los “más pobres e ignorantes” apoyaron su candidatura. Este estereotipo, sin embargo, se desmorona al analizar los datos de la elección.
Sheinbaum no solo recibió un respaldo abrumador de aquellos con educación básica, donde logró dos de cada tres votos, sino que también obtuvo un sorprendente 50% de apoyo entre los votantes con ingresos superiores a 50,000 pesos mensuales. Este dato desafía la narrativa de que su victoria se basa únicamente en el apoyo de las clases bajas. De hecho, el respaldo a su candidatura se extendió a todos los grupos de edad, con un notable apoyo masculino del 62% y un 56% entre las mujeres.
En contraste, Sochil Gálvez, su principal oponente, vio un aumento de apoyo entre los votantes de mayores ingresos, pero su porcentaje se quedó corto frente a Sheinbaum. Aguascalientes fue la única excepción, donde Gálvez logró la victoria, destacando la polarización regional en el país.
El análisis también revela que los votantes con educación superior estaban prácticamente divididos entre ambos candidatos, lo que demuestra que la elección no fue un simple reflejo de clases. La realidad es que el apoyo a Sheinbaum trasciende barreras socioeconómicas y educativas, consolidando su posición como una figura con un atractivo intergeneracional y diverso.
Las elecciones de este año han puesto de manifiesto no solo el poder del voto, sino también la complejidad del panorama electoral en México. La victoria de Sheinbaum es un hito que invita a una reflexión más profunda sobre las dinámicas sociales y políticas que han moldeado este momento histórico.