La reina Letizia ha sido excluida del bautizo del hijo del alcalde de Madrid, José Luis Martínez Almeida, y Teresa Urquijo, un episodio que ha desatado un intenso debate en la aristocracia española. Este evento, que tuvo lugar en la finca familiar El Canto de la Cruz, no solo fue una celebración íntima, sino también un claro reflejo de las tensiones existentes dentro de la familia real y la aristocracia.
La decisión de no invitar a Letizia ha sido interpretada como un gesto de lealtad hacia la reina Sofía, madre de Felipe VI. Este acto ha suscitado interrogantes sobre la posición de Letizia en el círculo nobiliario, donde su figura es considerada, en algunos sectores, distante y controvertida. La ausencia de otros miembros de la familia Borbón, como Felipe VI y doña Sofía, ha añadido más leña al fuego, sugiriendo una creciente fractura en las relaciones familiares.
El bautizo se desarrolló con una misa oficiada por sacerdotes cercanos a la familia, y la presencia de figuras como Irene Urgandarín, hija de la infanta Cristina, ha resaltado la dinámica cambiante dentro de la nobleza. Su participación, que disipó rumores sobre su relación con Juan Irquijo, sugiere un intento de revitalizar la imagen de la aristocracia y podría marcar su ascenso a un papel más prominente en futuros eventos.
Este evento no es un hecho aislado, sino que se inscribe en una narrativa más amplia sobre la renovación de la aristocracia española y los conflictos internos de la monarquía. La exclusión de Letizia, lejos de ser un simple desaire, se convierte en un acto cargado de simbolismo que refleja posturas ideológicas y culturales en juego. La pregunta que queda en el aire es si esta decisión fue un acto de valentía o una falta de respeto hacia la reina consorte. La realeza y la política, una vez más, se entrelazan, revelando las complejidades de lealtades y rivalidades que marcan el rumbo de los eventos públicos en España.