El mundo del rock se encuentra de luto tras la devastadora noticia del fallecimiento de Ozzy Osbourne, el icónico “Príncipe de las Tinieblas”, a los 76 años. Semanas antes de su muerte, Osbourne compartió un último deseo desgarrador con su esposa, Sharon, que se convirtió en el epicentro de sus últimos días. En un momento de profunda introspección, el legendario músico, conocido por su estilo provocador y su vida llena de excesos, se centró en algo más que la fama: la necesidad de un cierre significativo.
La salud de Ozzy había estado en declive debido a su batalla contra el Parkinson, una enfermedad que lo había debilitado físicamente, pero no había logrado apagar su espíritu. En sus últimas semanas, su mente permanecía clara, y sus recuerdos de días pasados con Black Sabbath y su familia se entrelazaban con un deseo de despedirse de manera digna. Sharon, quien ha sido su compañera de vida y manager durante más de cuatro décadas, asumió la misión de cumplir ese deseo personal y profundo.
El 5 de julio de 2025, el sueño de Ozzy se hizo realidad con el concierto “Back to the Beginning” en Villa Park, Birmingham. Ante 40,000 fanáticos y millones más sintonizando en vivo, Ozzy subió al escenario por última vez, rodeado de su banda original. Su voz resonó una vez más, y el estadio estalló en una mezcla de euforia y lágrimas. Este evento no solo fue un homenaje a su carrera, sino un acto final que selló su legado en el corazón de sus seguidores.
Diecisiete días después, el 22 de julio, la familia Osbourne anunció su fallecimiento, dejando un vacío imposible de llenar en el mundo de la música. La noticia impactó a millones, y tributos de artistas de todo el mundo inundaron las redes sociales, recordando a Ozzy no solo como un ícono del heavy metal, sino como un ser humano excepcional. Su último deseo se había cumplido: una despedida triunfal, un eco eterno de su voz que jamás se apagará.