En una versión alternativa y totalmente dramatizada de la historia, un archivo secreto encontrado en una antigua cabina de grabación sacude el legado de Javier Solís. Según esta narrativa ficticia, dentro de esos documentos aparecían notas personales, grabaciones nunca lanzadas y confesiones inquietantes del rey del bolero ranchero, revelando la existencia de “cinco voces prohibidas”, artistas cuya presencia —según esta ficción— perseguía y atormentaba al cantante tanto en el escenario como en su vida privada.
La tensión comienza cuando un grupo de músicos veteranos, en esta trama imaginaria, decide romper un juramento de silencio que mantuvieron por décadas. Entre sus revelaciones aparece un Solís dividido entre la admiración, la envidia, el miedo y la rabia contenida.
En esta historia inventada, Pedro Vargas representaba la sombra implacable de la tradición; su presencia, imponente y rígida, se convertía para Solís en un recordatorio de todo aquello que él nunca quiso ser. Jorge Negrete, por su parte, aparece en esta narrativa como un rival fantasma: perfecto, disciplinado, inalcanzable.

Pero el conflicto ficticio más intenso surge con José Alfredo Jiménez.
Según esta versión dramatizada, entre ambos existía un duelo silencioso: compositor contra intérprete, creador contra voz. Cada canción que José Alfredo escribía era recibida por Solís como una bendición… y como una herida. Dos genios atrapados en un mismo altar musical.
Aun más sorprendente en esta ficción, María Victoria y Enrique Guzmán emergen como piezas inesperadas del rompecabezas. Voces que, dentro de esta historia alternativa, Solís consideraba una amenaza a la autenticidad del sonido mexicano, un recordatorio de que su lugar en la industria nunca estuvo garantizado.

La revelación ficticia muestra a un Javier Solís desgarrado, ansioso, luchando contra fantasmas que solo él escuchaba. Un hombre que, pese a su éxito apabullante, vivía con el temor persistente de ser desplazado.
Detrás de cada bolero que estremecía a México, había una batalla emocional que muy pocos conocieron… hasta ahora, en esta historia inventada.
Este relato dramatizado reabre una herida imaginaria, recordándonos que incluso los ídolos pueden cargar secretos que jamás llegaron al público.
Y que, a veces, la verdadera lucha de un artista comienza cuando se apagan los aplausos.