En un universo alterno donde las celebridades del deporte viven como auténticos titanes, Los Ángeles se preparaba para un acontecimiento sin precedentes. Desde temprano, la mansión de D.O., conocido en esta ficción como “Gran Papi”, se convirtió en el centro de atención. Equipos de producción, luces gigantes y estructuras metálicas comenzaban a transformar la propiedad en un escenario digno de una superproducción hollywoodense. Los rumores corrían de boca en boca: esta no sería una fiesta común, sino el evento del año.
La atención de los curiosos se disparó cuando un enorme camión llegó a la entrada principal escoltado por guardias ficticios. Dentro del vehículo se encontraba una de las sorpresas más comentadas: un hiperdeportivo exclusivo, traído de Europa únicamente para ser instalado sobre el techo de la mansión como pieza principal del espectáculo. Las redes estallaron con teorías, memes y especulaciones sobre el verdadero propósito del auto, que parecía sacado de una película futurista.
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Mientras los preparativos continuaban, comenzaron a llegar los invitados de lujo. En esta historia dramatizada, figuras del béisbol del universo alterno desfilaban una a una: R.C., elegante y carismático; J.S., rodeado de cámaras; y F.T. Jr., causando un estallido de emoción a su paso. Más tarde, leyendas como P.M. y A.R. hicieron acto de presencia, elevando el nivel del evento a alturas impensadas. Cada llegada generaba más euforia entre los asistentes y observadores.
Pero la fiesta no se limitaría al mundo deportivo. Como era de esperarse en un evento de esta magnitud dentro del universo ficticio, Hollywood también quiso ser parte. Limusinas de lujo comenzaron a alinearse frente a la mansión, y de una de ellas descendió K.H., un actor muy querido en esta realidad alterna. Su presencia confirmó que la noche sería una fusión explosiva de glamour cinematográfico y grandeza deportiva.
Dentro de la mansión, el diseño del evento superaba cualquier expectativa. Las paredes proyectaban efectos holográficos, los chefs preparaban platos extravagantes y la pista de baile imitaba un estadio iluminado bajo un cielo estrellado artificial. Los invitados no podían ocultar su asombro. Todo estaba pensado para que esta noche fuera inolvidable, una mezcla de lujo, tecnología y celebraciones que rozaba lo surrealista.

Afuera, mientras tanto, una multitud de fanáticos ficticios se reunía tras las barricadas. Gritaban, filmaban y compartían cada segundo en redes sociales. Los hashtags del universo alterno dominaban las tendencias globales, y las teorías sobre lo que ocurriría dentro del evento aumentaban a cada minuto. Era evidente que esta fiesta se convertiría en una leyenda dentro de la cultura deportiva y del entretenimiento.
Cuando finalmente cayó la noche y las luces se encendieron por completo, la mansión de “Gran Papi” se transformó en un espectáculo que parecía desafiar la realidad. Más que una celebración, era una declaración de grandeza, camaradería y poder. Una noche que, sin duda, quedaría grabada para siempre en la memoria de todos los que tuvieron la suerte —o la astucia— de presenciarla, aunque fuera desde la distancia.